Monday, March 05, 2007

Un constante parpadeo se vuelve postre de la noche y con el telón levantado se olvidan de subir el escalón. Uno de ellos, el más valiente, se pone a recitar. Y uno de ellos, el más valiente, se va del salón.
Cuando acaba la última escena, la primera bailarina rompe a llorar y nadie se sienta con ella.

Retos como prisiones para los que decidieron dejarlo todo por alguien; trebejos viejos que se quemaron para demostrarlo.